Empate catastrófico
Pero hay más. El empate pasa a ser catastrófico en determinadas circunstancias, en concreto en lo que se refiere a las demandas de los ciudadanos. Pongamos que, a lo largo de una recta que separa extremos políticos (derecha-izquierda, secesionismo-unionismo y similares) podemos situar esas demandas. Es una simplificación, siguiendo a Downs, pero que sirve para entender algunas cosas. Se pueden dar dos casos extremos.
El primero se produce cuando esas demandas toman la forma de una campana (la llamada curva normal): la mayoría está en torno al centro, así que los empatados A y B tienden a parecerse en su oferta para ocupar así el punto de máxima demanda.
Los situados en los extremos, como C, no tienen posibilidades ni siquiera de coaligarse con su más cercana oferta, B en el ejemplo. Total, hay empate A-B, pero no es catastrófico. Es “centrista”.
Otra cosa sucede si la distribución tiene dos máximos, como en este otro ejemplo:
A y B no tienen motivo alguno para acercar sus posturas. Los partidos “centristas”, como el D, no tienen mucho que hacer. Tendrán algún respaldo por parte de los que temen los efectos de la probable polarización A-B, pero serán irrelevantes. C, en cambio, puede ayudar a B a ganar a A, a no ser que quede demasiado lejos.
Obsérvese que los ejes sobre los que se construyen esas curvas pueden ser muy variados y hay que ver, en cada situación concreta, qué poner en el eje de las abscisas. En la España previa a la última guerra era el eje derecha-izquierda, una polarización catastrófica con dos puntos altos en la derecha y la izquierda. En la España hasta la crisis de 2008, en todo caso ya no ahora, el denostado bipartidismo respondía a un gráfico como el primer que he presentado, nada catastrófico, y también era sobre la variable derecha-izquierda. En cambio, en la Cataluña contemporánea, es el eje secesionistas-unionistas el que lleva a ese empate catastrófico.