Incertidumbre
Para los españolitos venidos al mundo (les guarde Dios), la cosa va de Cataluña y sus elecciones autonómicas del 21 de diciembre. Los resultados podrían ser muy parecidos a los que llevaron al ahora suspendido parlamento: mayoría de escaños, pero no de votos, para los secesionistas, con algunos ajustes internos. Pero entonces, ¿qué? No resulta fácil de predecir más allá de que, suceda lo que suceda, cada cual echará las culpas al otro, como ha sucedido con la Agencia de Medicamentos que no ha ido a Barcelona, cosa que los secesionistas achacan a las políticas represivas del gobierno central (unionista por definición y entusiasmo) y los unionistas a las políticas separatistas del gobierno catalán (secesionista con entusiasmo más o menos simbólico aunque no por definición, visto lo visto). Para muchos observadores suficientemente equilibrados, cómo se resuelva la crisis catalana (que va para largo) tendrá un impacto más que perceptible en la crisis general de la democracia española y sus posibles salidas (más de lo mismo, nueva constitución, arreglillos presupuestarios etc.). Y también en la Unión Europea. Incertidumbre, pues.
Pero no es la única aunque no vaya a ser la que más afecte a la renqueante Unión Europea. La más espectacular sigue siendo el Brexit, que sigue sin solucionarse mediante acuerdos razonables entre las partes (caveant catalani). Tampoco aquí es fácil hacer pronósticos sobre los resultados que hasta podrían incluir una retirada del Brexit si el acuerdo final (problemático como digo) se lleva al parlamento y allí se rechaza mayoritariamente. Ni visos de acuerdo, aunque ya haya fecha simbólica (esto de los símbolos comienza a ser cargante) para el “exit”, ni, en su caso, pronósticos sobre los pasos siguientes a tal hipotético acuerdo. Incertidumbre, pues.
Pero hay más. En este proceso bastante generalizado de fragmentación de los electorados, le ha tocado a Alemania, motor y director de facto de la Unión Europea, tener los problemas que ya tuvo España hace poco: la dificultad de organizar gobiernos mediante coaliciones de agua y aceite incompatibles. No se rechaza la posibilidad de nuevas elecciones (como también sucedió en España) ni un acuerdo in extremis como el que pide el Presidente alemán. En el caso de las elecciones, no se excluye la posibilidad de que la gente vuelva a votar como han votado en estas últimas elecciones con lo que estaremos donde estábamos. Ni faltan los moderadamente optimistas, todo hay que decirlo.
Una salida anunciada (la británica), una salida amenazada (la catalana) y un país con gobierno en funciones (el alemán) no es el mejor cóctel para sentirse seguro. Solo hace falta que algunos secesionismos europeos aprovechen la debilidad del sistema para buscarse la vida por su cuenta y algunas elecciones fragmentadas más y ya tenemos claro de qué va a ir el futuro: de más incertidumbre. Y dicen que la inversión económica huye de la incertidumbre: el dinero no tiene patria y es miedoso, por mucho que mande.