Una cosa es predicar…
…y otra dar trigo. Una cosa es estar en la oposición, donde uno puede decir lo que le venga en gana (es gratis y puede darle votos entre los despistados) y otra cosa es estar en el gobierno, cuando uno tiene que decidir sobre cosas muy, pero que muy concretas, con el evidente riesgo de perder votos (o la posibilidad de ganarlos si se trata de adular al respetable) o producir cismas internos entre los que, al no tener tanto poder como los líderes, recurren a la vieja ideología y la comparan con lo que su partido está haciendo obligado por las circunstancias (los hechos son tozudos). La situación del partido se agrava si un sector (y más si está en el poder -porque hay poder dentro del partido) decide sostenella y no enmendalla, seguir diciendo (y ahora haciendo) lo que formaba parte de sus principios fundamentales de su movimiento.
A pocos kilómetros de mi pueblo ha habido un caso parecido, pero el que me ha llevado a escribir estas líneas es el los Verdaderos Finlandeses, partido tildado de “populista”, en el gobierno y sufriendo una dolorosa (porque debilita) escisión interna que tanto me recuerda asuntos locales.
Ya sé que no es lo mismo. De entrada, el lugar en el que estoy pensando tiene menos habitantes que Finlandia. Después, los fundamentalistas son los que han dejado el gobierno local. Finalmente, me reservo la opinión (no necesariamente positiva) sobre el alcalde mientras no puedo decir nada sobre Finlandia (nadie da lo que no tiene). Puestos a comparar, podría hacerlo con el cansino tema de Cataluña, pero no estoy para esos juegos a estas horas.
La lección es sencilla: conviene aplicar un coeficiente corrector a las propuestas de la oposición si se quiere ser benévolo, pero reservándose la posibilidad de que la cosa pueda ser peor y que, efectivamente, intenten ponerlas en práctica. Ahí sí que se puede aplicar a los programas electorales que se van a anunciar a grito pelado para las elecciones del 21-D en Cataluña. Si la “duda metódica” que predicaba Descartes tenía algún sentido en sus tiempos de oscurantismo e ilustración, no te digo ahora, en tiempo de mentiras (llamadas púdicamente “postverdad”) y manipulaciones (llamadas pedantemente “fake news”).