Secesión sin acuerdo

Es una hipótesis: que el Reino Unido deje la Unión Europea en la fecha ya decidida, pero sin haber llegado a un acuerdo sobre los numerosos detalles que toda secesión comporta. Se puede, dicen, gestionar los flecos económicos. No sería fácil, pero tampoco imposible, aunque la “transición” podría ser dolorosa para los británicos más vulnerables. Pero lo que saltaría por los aires (casi sin metáfora) serían los acuerdos policiales, intercambio de información y sincronía de acciones contra el terrorismo. Sería, dicen en el texto que cito, catastrófico para la seguridad del continente en general y del Reino Unido en particular (todo ello sin contar con la cuestión irlandesa, que podría inflamarse). No es el único en plantear este problema. El Kremlin estaría encantado, si es verdad eso que dicen de que han participado en este proceso. No son omnipotentes, pero en algo sí que han podido colaborar.
Abre las carnes escuchar a secesionistas (en este caso catalanes) diciendo que no estaban preparados para enfrentarse a los problemas de la secesión y, peor todavía, que tal vez la secesión, en el momento del referéndum del 1-O, era imposible (Es una razón para alegrarse por que no se haya declarado la república más allá de lo “simbólico”: habría sido un desastre). A buenas horas mangas verdes, a no ser que ahora esta sea una nueva forma de engañar y sea solo cuestión de revisar los plazos sin cambiar nada más, ni siquiera una “leva en masa” para los enfants de la patrie. Recurrir a la “violencia del Estado (central)” para explicarlo todo, tampoco es que solucione problemas excepto para los ya convencidos que, así, ya se quedan tranquilos y no hacen cuestión de si fueron engañados o no. Lo de la violencia lo podemos dejar para otro momento. Y lo de Rusia, también.
Los paralelismos con el Brexit me siguen pareciendo fascinantes. Pero, cuidado, comparatio non tenet in omnibus, comparar no quiere decir que ambas situaciones sean idénticas: no lo son. Pero mirando a una es posible hacerse preguntas sobre la otra. Tal vez sin respuesta. Pero en un contexto en el que la demanda más fuerte es hacia respuestas claras y distintas, cosa harto peligrosa no solo para el conocimiento sino también para la política, más vale hacerse preguntas, aunque no tengan respuestas, que dar respuestas sin hacerse preguntas.